A medida que envejecemos, la salud visual se convierte en un aspecto clave para preservar la calidad de vida, la independencia y el bienestar de las personas. Es verdad que los problemas de visión pueden surgir en cualquier etapa de la vida; sin embargo, es normal que a medida que envejecemos haya síntomas oculares que vayan en aumento.
La vista por sí sola se va deteriorando y poco a poco se experimentan cambios que, en muchas ocasiones, resultan difíciles de percibir o no somos conscientes de ello. Por ejemplo, según detalla Alicia Escuer, directora técnica y de formación de Óptica & Audiología Universitaria “podemos empezar a notar la visión borrosa, dificultades para ver de noche, o problemas al leer la letra pequeña o letreros en la calle. Si empezamos a sentir la necesidad de entrecerrar los ojos o fruncir el ceño, padecer dolores de cabeza o experimentar fatiga ocular, debemos prestar atención, ya que podrían ser señales claras de que es momento de empezar a usar gafas”, enfatiza Escuer.
Los cambios en la visión asociados con el envejecimiento son inevitables; sin embargo, podemos minimizar los síntomas asociados, lo cual nos ayudará a mantener una buena calidad visual
También hay que estar atentos a otros síntomas que pueden ir a peor con el paso del tiempo. Por ejemplo, perderse al leer o darse cuenta de que nos falta más luz para la lectura. Ver halos de luz en los faros de los coches, las bombillas u otras fuentes de luz, o simplemente destellos de visión doble también son señales suficientes para no demorar más la revisión ocular.
Los cambios en la visión asociados con el envejecimiento son inevitables; sin embargo, podemos minimizar los síntomas asociados, lo cual nos ayudará a mantener una buena calidad visual. Entre los principales problemas visuales más comunes a partir de los 60 años destacan:
1. Presbicia o vista cansada
Comienza a desarrollarse alrededor de los 40 años y alcanza su punto máximo cerca de los 65 años. La pérdida de elasticidad del cristalino dificulta enfocar objetos cercanos, pero puede corregirse fácilmente con gafas o lentes de contacto.
2. Sequedad ocular
A medida que vamos envejeciendo va disminuyendo la producción de lágrimas, por lo que es normal que notemos mayor sequedad ocular. Además de los signos como lagrimeo excesivo o enrojecimiento ocular, podemos notar peor calidad visual, ya que al no tener la superficie ocular bien hidratada puede resultar en visión borrosa; incluso podemos tener mayor visión de halos y distorsión al mirar un punto de luz.
3. Pérdida de contraste
Debido al envejecimiento natural de los tejidos oculares, se produce una pérdida de contraste. Aumenta la dificultad en distinguir figuras y fondo cuando el color de ambos es parecido. Se conoce como pérdida de “sensibilidad de contraste”.
4. Adaptación a la oscuridad
A medida que envejecemos también cambia el tiempo de adaptación a la oscuridad. Cuando pasamos de una zona iluminada a una zona más oscura, o al revés, nuestros ojos tardan más en ajustarse a este cambio de iluminación, lo que puede dificultar la conducción nocturna o cuando las condiciones meteorológicas no son ideales, como puede ser la conducción en días nublados o de lluvia, ya que también aumenta la sensibilidad a los destellos de luz. Este mayor tiempo de adaptación a la oscuridad también se traduce en un aumento de los deslumbramientos o los destellos en las luces.
Consejos de experto para proteger la vista a partir de los 50 años
La pérdida de visión en la tercera edad no solo limita actividades cotidianas, sino que también puede contribuir al aislamiento social, aumentar el riesgo de caídas y fracturas, e incluso acelerar la dependencia o el ingreso en residencias.
Según Alicia Escuer, “la visión es mucho más que ver. Es un foco de la autonomía y el bienestar emocional, especialmente en la tercera edad”. Por este motivo y para proteger la vista durante el envejecimiento, Escuer recomienda llevar a cabo estas acciones:
1. Chequeos periódicos: Realizar revisiones por un especialista de la visión anuales después de los 65 años permite detectar afecciones de forma temprana.
2. Dieta equilibrada: Consumir alimentos ricos en antioxidantes como vitamina A, C y E, además de luteína y zeaxantina, protege la salud ocular. Incorporar verduras de hoja verde, zanahorias y pescados grasos es especialmente beneficioso.
3. Protección UV y de luz azul: Utilizar gafas con filtros UV y para luz azul ayuda a proteger los ojos del daño ambiental y tecnológico.
4. Uso de filtros específicos: La prescripción de filtros específicos ayuda a minimizar los deslumbramientos y reflejos producidos por las luces.
5. Mantener una buena hidratación ocular: el uso de lágrimas artificiales ayudará a mantener la superficie ocular hidratando y aumentando el confort visual.
6. Control de enfermedades crónicas: Mantener bajo control afecciones como la diabetes y la hipertensión reduce el riesgo de problemas oculares asociados.
7. Estilo de vida saludable: Evitar el tabaco y realizar ejercicio regularmente también tienen un impacto positivo en la salud visual.