Hace unos meses abordamos las dificultades que se presentan al PDI (personal docente e investigador universitario) optometrista en el momento de intentar publicar su investigación para dar a conocer hallazgos de interés para la comunidad científica internacional o para, seamos realistas, aspirar a la tan buscada, y a la vez tan efímera, estabilidad laboral. Reconocimos el escaso número de publicaciones de alto impacto en Optometría, y aconsejamos paciencia y perseverancia como buenas virtudes del PDI con ganas de publicar.
Pongámonos, hoy, en la piel de uno de estos PDI anónimos. Durante el cuatrimestre de primavera ha dirigido un trabajo de final de máster a una estudiante de Valladolid, una chica muy aplicada que no ha escatimado trabajo y esfuerzo visitando pacientes en el «Centre Universitari de la Visió» y recopilando datos para su tesina. Los resultados obtenidos no cambiarán profundamente el mundo, pero tal vez aporten nueva luz a un debate en curso del que se han publicado abundantes artículos de investigadores internacionales. Ilusionado, el PDI sugiere a la estudiante (ahora ya con el título de máster bajo el brazo) de escribir un artículo para enviarlo, por ejemplo, a Optometry and Vision Science.
Como que en julio no hay clases (recordemos la pregunta, “ya de vacaciones, ¿no?” del último fascículo), el PDI tiene más tiempo para la inspiración literaria/científica. Un artículo científico utiliza una estructura formal, muy específica, intenta evitar las ambigüedades, no abunda en metáforas, no respira poesía. La escritura, en inglés, se convierte en un proceso lento y enlodado. El PDI convertido en escritor recuerda el consejo de su director de tesis, el australiano Nathan Efron, quien le indicó que en el momento de escribir un artículo científico o una tesis debería ser capaz de defender hasta la muerte la necesidad de incluir cada una de las frases. En caso contrario, es una frase que sobra.
En una buena tarde de trabajo escribe un par de párrafos de tres líneas cada uno. Posiblemente esa noche sea poco proclive a la interacción social y demuestre una inteligencia apagada. A la mañana siguiente lee las seis frases y salva una, cambiando su estructura para adecuarla a la voz pasiva e impersonal característica de todo artículo científico.
Hacia finales de julio ha escrito unas 4.000 palabras y considera que el artículo está más o menos finiquitado; poco puede hacer para mejorarlo que no sea hundirse más en el barro. Lo envía. Añora con nostalgia los primeros artículos que envió, cuando los remitía directamente al buzón del editor, con una carta de presentación como acompañamiento. Ahora, de nuevo, todo es mucho más impersonal: debe registrarse en la plataforma online de la revista o grupo editorial correspondiente, debe seguir fielmente todos los pasos, poner el título en el campo correspondiente, procurando no sobrepasar el número máximo de caracteres, añadir autores uno por uno, sugerir posibles revisores, seleccionar palabras clave para facilitar la clasificación temática del artículo, confesar intereses comerciales, etc. Finalmente, accede a la pantalla para anexar el manuscrito, subiendo en archivos separados la página de título, el texto, las tablas y las figuras, siempre de acuerdo con las instrucciones de aquella específica revista. Tras revisar el PDF que genera el sistema, con las manos sudorosas y una cierta taquicardia, responde afirmativamente a la pregunta “Submit manuscript?”.
Esa noche regresa a casa con un andar más decido, se deja cautivar por una botella de vino más selecta, sonríe al mundo con ojos iluminados. Pasadas unas semanas recibe un aviso indicando que un editor ha sido asignado a su artículo. Si el PDI ha sido especialmente cuidadoso con el formato del manuscrito, sin obviar ningún aspecto de la guía para autores, avalando la corrección de toda referencia bibliográfica, el editor da por bueno el “Control técnico” y pasa el artículo a los revisores.
Los revisores son expertos del tema que recoge el artículo, normalmente profesores universitarios como el propio PDI. Suelen ser profesionales muy ocupados pero que, por el bien común del progreso científico, dedican parte de su jornada laboral a revisar (sin contraprestación económica alguna) manuscritos de otros autores (nuestro PDI también actúa de revisor, en ocasiones). El proceso de revisión suele ser anónimo, de modo que ni el PDI sabe quiénes son los revisores (sus sugerencias para el editor en el momento de la «submission» son sólo sugerencias), ni los revisores saben quién es el PDI. Los revisores son más o menos críticos con el artículo, en función de múltiples factores, entre los cuales no se puede descartar el hecho que el PDI haya incluido alguno de sus artículos en la lista de referencias, que su interpretación del debate en curso coincida con la del artículo, o que descubran que el PDI pertenece a un centro de investigación rival en el momento de solicitar financiación (muchos artículos contienen pistas sutiles que permiten a un revisor avispado descubrir su procedencia: el sub-mundo de la investigación específica es muy pequeño).
Reconocimos el escaso número de publicaciones de alto impacto en Optometría, y aconsejamos paciencia y perseverancia como buenas virtudes del PDI con ganas de publicar
Los revisores escriben sus recomendaciones y sugerencias de cambios o mejoras y los devuelven al editor. Éste valora las respuestas de los revisores, con frecuencia contradictorias, y envía una propuesta al PDI. Con un poco de suerte esta primera respuesta llega a finales de octubre, abarcando cuatro opciones:
- Artículo aceptado: posiblemente nunca en la historia de la ciencia un artículo haya sido aceptado de buenas a primeras.
- Artículo rechazado: el editor utiliza palabras dulces para animar al PDI a enviar futuros trabajos a su revista, justifica su decisión en el limitado espacio de qué dispone la revista (si bien es de formato digital). Sería un equivalente del clásico: “yo también te quiero, pero como amiga”.
- Artículo aceptado provisionalmente con cambios menores: el PDI vendedor de enciclopedias a domicilio consigue poner el pie tras la puerta antes de que le cierren la puerta en las narices. Las sugerencias incluyen acortar la introducción, o subrayar limitaciones del estudio, o añadir referencias (artículos de los revisores ¿tal vez?), o realizar algún análisis adicional de los datos. Si el PDI resuelve correctamente cada uno de los cambios menores es probable que el editor acepte el manuscrito revisado sin necesidad de devolverlo a los revisores.
- Artículo con cambios mayores: es la respuesta más común, tras el artículo rechazado. Los revisores pueden sugerir ampliar la muestra de estudio, añadir un grupo control, reestructurar completamente el artículo. Si se trata de un estudio ya completado, algunos de los cambios propuestos son inviables, y así se deberá confesar en la carta de respuesta a los revisores, confiando en su comprensión y empatía. En todo caso, el PDI debe evitar ver mermada su autoestima al comprobar que el manuscrito revisado y el original se parecen bien poco, y que todas aquellas frases que reclamaron tanto esfuerzo y lágrimas han sido recortadas y sustituidas por otras, de acuerdo con los deseos implacables de revisores anónimos.
En el caso de cambios mayores o menores el PDI envía de nuevo el manuscrito revisado a través de la plataforma online, añadiendo su carta de respuesta a los revisores, donde replica una a una sus sugerencias e indica cómo las ha resulto en el manuscrito revisado (no es infrecuente que esta carta de réplica y contra-réplica sea de una longitud notablemente superior a la del propio artículo). Si lo considera oportuno, el editor reenvía el manuscrito y la carta de respuesta a los revisores, iniciando un nuevo ciclo que se puede repetir dos o tres veces más hasta concluir con artículo aceptado o un artículo rechazado (“agradecemos al PDI el esfuerzo realizado en la revisión de su manuscrito. Sin embargo, los revisores consideran que algunos aspectos no se han resuelto satisfactoriamente”, – esta modalidad de respuesta suele llegar los viernes por la tarde, y garantiza un fin de semana perdido).
En el primer caso no queda más que esperar la publicación del artículo, posiblemente entre un año y año y medio más tarde. En el segundo, el PDI, cada vez más curtido, buscará en el listado de revistas de impacto en la categoría de Optometría la que se encuentra por debajo de «Optometry and Vision Science». Accederá a la guía para autores, dedicará una mañana a dar el formato adecuado al artículo, de acuerdo con las exigencias de la nueva revista, se registrará a la nueva plataforma online y, paso a paso, enviará el manuscrito.
A la quinta iteración del proceso el PDI ya no sabe dónde enviar su manuscrito. Además, reconoce, aquellos resultados tan interesantes tres años atrás no despertarán, ahora, el interés de ningún investigador.