Hace tiempo no existían los teléfonos móviles, ni las tablets ni los libros electrónicos. Cuando empezaron a hacerse famosas las videoconsolas entre niños y adolescentes, para muchos era todo un privilegio poder tener una en casa. Lo mismo pasó con los ordenadores. Y no era extraño por parte de los padres limitar los horarios de uso a meros momentos de ocio y sin excederse demasiado en las horas, porque había muchos otros elementos con los que poder jugar o distraerse. No es que ahora no los haya, pero nuestro problema en la actualidad es que las pantallas son una herramienta más de nuestra vida cotidiana que hemos aceptado como un accesorio del que casi nadie puede desprenderse.
En el caso de los adultos, muchos “maquillamos” esta dependencia porque prácticamente todo el mundo necesita un ordenador para desarrollar su actividad profesional, pero esta sobreexposición tiene riesgos altos en nuestra salud visual. Según el último estudio realizado por el Instituto de Salud de la Universidad Carlos III de Madrid, la sobreexposición visual a las pantallas provoca lo que se ha venido a llamar como el ‘Síndrome Visual Informático’ que, según explica, se traduce en ojo seco y fatiga visual, debido a que, cuando se miran pantallas del tipo que sean, se tiende a parpadear menos y mirar durante mucho tiempo hacia un punto fijo. Este síndrome puede llegar a afectar al 90% de los trabajadores que pasan más de 3 horas al día delante de una pantalla.
Pero ¿qué pasa con los niños?
No es de extrañar que podamos leer noticias en las que los tecnólogos más reputados de Silicon Valley afirman que no quieren que sus hijos utilicen los dispositivos que ellos mismos fabrican. Esta preocupación ha ido en aumento al comprobarse que la exposición a las pantallas por parte de niños menores de 8 años provoca miopes prematuros, y además no son del todo recomendables para su salud y desarrollo visual. Si a esto le unimos que sus beneficios como herramienta de aprendizaje se han exagerado, las motivaciones de ciertas industrias -como la editorial que necesita reinventarse y adaptarse al libro electrónico- y que los riesgos de adicción y obstaculización del desarrollo son altos, se entiende que muchos padres quieran volver de nuevo a los métodos tradicionales y a los juegos que no requieran el uso de la tecnología. Ahora el debate pasa por delimitar cuál es el nivel y el tiempo de exposición adecuado.
Otro de los factores que se ha investigado relacionado con el uso de pantallas es que los niños cada vez pasan menos tiempo al aire libre, lo que también favorece la miopía. En este sentido, el optometrista Donald Mutti del Colegio de Optometría de la Universidad Estatal de Ohio llevó a cabo una investigación en la que, durante cinco años, estudió los hábitos de un grupo de más de 500 niños de 8 y 9 años de edad y con visión sana. Al concluir la investigación, uno de cada cinco niños había desarrollado miopía. Destacó precisamente este factor ambiental como una de las causas. En la misma línea se manifestó el investigador especializado en miopía Ian Morgan, de la Universidad Nacional de Australia en Canberra. Morgan estimó que los niños necesitan pasar alrededor de tres horas por día bajo niveles de luz de al menos 10.000 lux para estar protegidos contra la miopía, una cantidad de luz similar a la que recibiríamos permaneciendo bajo la sombra de un árbol en día de verano. Algo difícil de igualar en un interior: una oficina o un aula que esté bien iluminada no supera los 500 lux.
La irrupción de la tecnología en nuestras vidas ha sido muy positiva en ciertos aspectos, pero en el caso de la miopía en niños se ha demostrado que ha crecido significativamente en las últimas décadas, y esta tendencia coincide con el mayor uso de ordenadores y dispositivos móviles por parte de los más pequeños. Un uso adecuado de los dispositivos electrónicos y mayor tiempo al aire libre son, por tanto, factores claves para su control.
De hecho, desde CECOP, una de nuestras mayores preocupaciones en la actualidad es brindar servicios y soluciones a nuestros ópticos para que puedan velar por la salud visual de sus clientes como vienen haciendo hasta ahora, pero con el condicionante actual del uso excesivo de dispositivos tecnológicos. Por eso hemos presentado nuestra Solución Visual Integral, un nuevo modelo de venta con el que pretendemos poner en valor los servicios profesionales del óptico, involucrar a los mejores proveedores y fidelizar al cliente, al aportarle un valor añadido en el servicio. En el ejemplo de los niños, por una cuota fija que el cliente paga en función de sus necesidades, se le pueden realizar exámenes visuales avanzados (con informes), un examen visual completo a los 6 meses, lentes de contacto y monturas con seguros y garantías de primera equipación… etc.
Por eso, uno de nuestros objetivos para este año es ayudar a concienciar a la sociedad sobre la importancia de la salud visual en los más pequeños y el uso moderado y controlado de las pantallas. Somos conscientes de que reducir a cero el consumo de este tipo de dispositivos en pleno S.XXI es prácticamente imposible, pero si podemos educar y ayudar a divulgar cuáles son las consecuencias de esta sobreexposición.