En el ya lejano 1989, a diversos guionistas se les ocurrió escribir un mediocre guión, con la intención de convertirlo en película. Algunos productores picaron y, bajo la manija de Arthur Hiller, se rodó el esperpento.
Los actores Richard Pryor y Gene Wilder (también coguionista) se encargaron de dar vida a unos personajes que intentaban hacer sonreír a un cómodo y poco crítico espectador.
Gene Wilder, precisamente, falleció el año pasado y no como consecuencia de su tristeza y arrepentimiento por haber colaborado en el bodrio, sino debido a otras causas.
La cosa iba de un sordo y de un acompañante con visión muy limitada. Se metían en líos y salían de ellos gracias a ayudarse de forma mutua y recíproca. El mensaje de todo ello, la anécdota, el hecho, me ha hecho pensar.
Y la consecuencia me ha resultado positiva. Dos sentidos sin los cuales o, con merma de los mismos, el ser humano tiene auténticos problemas.
Y ahí nuestro sector cobra una importancia absoluta. ¿Se han percatado de que la sociedad española avanza hacia la geriatrización? ¿Recuerdan que de los 46 millones de habitantes que hoy tiene España, 14 millones viven con edad igual o superior a los 55 años? ¿Cuántos millones de ciudadanos con necesidades por solventar en su audición y visión tendremos en el 2020 y en el 2030? Hagan números.
Audiología y presbicia. ¿Les suena? Dos segmentos al alza de forma exponencial. Dos segmentos cuyo mercado real y potencia sigue creciendo de forma imparable.
Dos nichos, (¿Quién sería el simpático, que inventó el término de los nichos? A mí me sabe a muerto) que más que nichos son auténticos campos santos.
Y ahí, no solo los ópticos y audiólogos avispados, sino simplemente lógicos, deben y pueden potenciar, hacer crecer, aumentar sus pacientes/clientes. Y en consecuencia el beneficio de su establecimiento.
Que ya toca.
¡Ah! ¡Otro día les comentaré mi impresión sobre lo de las 3D! También tiene guasa el tema.