Jordi Soler publicó, no hace mucho, en “El País”, uno de sus magníficos artículos, que tituló “El nuevo líder de la tribu”.
No voy a repetir aquí por falta de espacio y también por mi carencia de capacidad analítica, lo mucho y bien que Soler dibujó su retrato del nuevo papel que juegan hoy la juventud y la vejez.
Su resumen podría ser: “La gran paradoja de esta época en la que manda la juventud es que las personas viven cada vez más años, es decir, son viejos mucho más tiempo que sus predecesores, pero a diferencia de aquellos ya no son los sabios que reconoce la tribu, sino un esforzado grupo que trata de estar a la altura del canon que marca la juventud”.
Estando completamente de acuerdo con las tesis de Soler, me atrevo a subrayar que a pesar del cambio sociológico, cultural y emocional que esto representa, hay matices y situaciones que empañan esta interpretación y le dan un sesgo diferente y crítico.
Me refiero a los que denomino “los que nunca olvidaremos”. Gente que deja huella. Personas que estuvieron en el momento justo y en la época apropiada.
Los que abrieron caminos. Los que hicieron crecer sectores, empresas y cuentas corrientes. Y no precisamente las suyas.
Y por todo ello, las nuevas generaciones, los jóvenes que con tanto desparpajo manejan hoy el timón, han de guardarles un respeto reverencial.
Porque sin ellos, no se habrían creado las condiciones necesarias para que las nuevas hornadas de ópticos, pudieran trabajar en un sector no solo necesario, sino eficiente y con futuro.
Así que queridos Francesc, Javier y Ramón, muchas gracias por vuestro trabajo y por haber entregado a la óptica los mejores años de vuestras vidas.