Desde la aprobación de la Ley de Ordenación de las Profesiones Sanitarias, es un hecho incuestionable que el óptico optometrista es un profesional sanitario. Y, como tal, nadie debe ya dudar sobre la necesidad de que la formación que deben recibir nuestros estudiantes en las universidades debe incluir un perfil clínico.
El reciente cambio de Diplomatura a Grado en Óptica y Optometría no ha sido sólo un cambio de nombre. La calidad de los estudios reglados de nuestra profesión ha experimentado una mejora importante y un notable incremento en dedicación y diversidad con la incorporación a los planes de estudio de unas prácticas externas que completan la formación de los alumnos de las universidades, acercándoles al mundo laboral con estancias en ópticas, centros de optometría y oftalmología, laboratorios y hospitales.
Dicho cambio ha permitido también el acceso a la formación de tercer ciclo, Máster y Doctorado, lo que ha abierto las puertas a la investigación en todas sus facetas, básica y aplicada. Desde las universidades nos llena de orgullo ver la afluencia de nuestros compañeros y recientes egresados en jornadas y congresos, tanto para exponer sus trabajos como para aprender con avidez lo que otros compañeros están investigando. Alegra saber la cantidad de ellos que están plenamente integrados en un mundo que exige una formación constante y permanente.
Sin embargo, ni la sociedad ni, incluso a veces, algunos de nuestros compañeros de profesión, lo ven así. La percepción que la sociedad tiene de nosotros está lentamente cambiando y es importante para conseguir la total integración como los profesionales que somos, que así lo transmitamos nosotros mismos al mundo que nos rodea, para que dejen de considerarnos como unos meros comerciantes y empiecen a entender que, profesionalmente, el servicio que prestamos a la sociedad es muy superior a lo que a veces se transmite en los medios.
En nuestro trabajo diario todo es importante: el trato al paciente, la elección de la mejor solución adaptada a cada caso particular, la elección de la solución más estética que haga sentirse mejor al usuario, la mejor visión, por supuesto. Si falta algo de esto nuestra eficiencia no será total. Pero todo ello es un capítulo más de lo que realmente es la profesión del Óptico Optometrista. Y desde estas sencillas líneas me gustaría enviar un mensaje a nuestro colectivo invitándonos a todos a trabajar en esta línea.
Nos quedan por delante otros retos que alcanzar y no debemos escatimar esfuerzos. Lo conseguido hasta ahora es sólo una buena parte de un largo camino que nos queda por recorrer como profesionales. Y, con los recientes cambios, con las mejoras en nuestra formación, hoy estamos en la mejor disposición para ello. Hagámoslo.