Como profesor universitario, a principios de junio, invariablemente, recibo de amigos y conocidos comentarios del tipo: “Vaya suerte, ya debes estar de vacaciones ¿no?”. Se refieren, cómo no, a la tradicional idea del profesor universitario, un profesional que dedica su jornada laboral a la docencia, a preparar clases o a corregir exámenes y ejercicios. Lógicamente, piensan, cuando se acaba el curso y no hay más clases para dar, también comienzan las vacaciones para el profesor.
Vamos a resaltar, para empezar, que el nombre técnico de los profesores universitarios es PDI, es decir, personal docente e investigador. Por lo tanto, además de la docencia, el resto de la jornada laboral la dedicamos a la investigación. Además, algunos podemos estar involucrados en equipos de dirección, cerrando entonces el triángulo: docencia-investigación-gestión.
La investigación en la universidad puede consistir en una actividad directa, un “manos en la masa” en el laboratorio correspondiente, según nuestra especialidad, puede suponer colaboración con la industria (mediante empresas spin-off o por encargo), puede centrarse en la dirección de trabajos final de grado, de máster, de tesis doctorales, etc. Incluso puede ser una investigación mucho más teórica: Stephen Hawking, como profesor de la Universidad de Cambridge, dedicaba parte importante de su jornada laboral a “pensar”.
Sea como sea, la investigación debe dar sus frutos, debe ser visible. Para ello, debe plasmarse en forma de patentes o de artículos científicos. De hecho, los PDI somos evaluados periódicamente por la propia universidad y, entre otros aspectos, se valora el número y la calidad de los artículos publicados. Igualmente, para acceder a cátedra, o para conseguir un sexenio, de nuevo debemos demostrar una buena producción científica. En el caso del sexenio, que se asocia a un leve aumento salarial, debemos aportar cinco contribuciones científicas de calidad en seis años.
Nuevamente, si explico los requisitos del sexenio a amigos y conocidos su respuesta, invariablemente, es “¿Cinco artículos en seis años? Eso es fácil ¿no?”.
Cuando hablamos de artículos de calidad nos referimos a artículos publicados en revistas de reconocido prestigio internacional. Con frecuencia oímos hablar de un grupo de investigación que ha publicado sus resultados en la revista Nature. Actualmente, la revista Nature es una de las más prestigiosas a nivel internacional, si bien se trata de una revista generalista, es decir, acepta y publica artículos de cualquier disciplina, desde la botánica a la astrofísica.
A diferencia de las revistas generalistas, la gran mayoría de revistas científicas se agrupan en categorías, en áreas de conocimiento. Quien tiene la sartén por el mango para determinar a qué categoría va una revista, y en qué orden, es la Web of Science (Clarivate Analysis). La Web of Science publica anualmente el Journal Citation Reports, un listado de las revistas que se consideran de reconocido prestigio internacional. Para determinar si una revista entra o no en el listado se calcula su factor de impacto, es decir, el nombre de citas que han recibido sus artículos en los dos últimos años, dividido por el número total de artículos publicados durante el mismo periodo de tiempo en la revista en cuestión. Una revista cuyos artículos hayan sido muy citados por otros investigadores, pues, será considerada una revista de reconocido prestigio.
Además, como hemos visto, cada revista se engloba dentro de una determinada área de conocimiento o categoría y, dentro de la categoría, se ordena de mayor a menor factor de impacto. Algunas de las áreas de conocimiento dónde publicamos los PDI del Departamento de Óptica y Optometría de la Facultad de Terrassa, por ejemplo, son Optics, Psychology o, principalmente, Ophthalmology. No existe en el Journal Citation Reports la categoría Optometry.
La investigación debe dar sus frutos, debe ser visible. Para ello, debe plasmarse en forma de patentes o de artículos científicos
La categoría Ophthalmology contiene unas 60 revistas (el nombre varía año tras año, algunas revistas pueden ser eliminadas de la lista y otras pueden incorporarse). De las 60, sólo unas pocas son específicas de lentes de contacto o de optometría. Concretamente, tenemos Optometry and Vision Science, la revista de la Asociación Americana de Optometría, Ophthalmic and Physiological Optics, de los optometristas ingleses, y la Clinical Experimental Optometry, de los australianos. Por lo que se refiere a las lentes de contacto, está Contact Lens Anterior Eye, de la British Contact Lens Association (BCLA) y Eye and Contact Lens, de la Contact Lens Association of Ophthalmologists (CLAO) americana. El Journal of Optometry del Consejo General de Colegios de Ópticos-Optometristas (CGCOO) no ha entrado aún en la lista, si bien se encuentra indexada en otros sitios (el Journal Citation Reports no es el único índice de revistas de prestigio que existe, pero, a fecha de hoy, es el único que consultan los evaluadores de la investigación del PDI).
El resto de revistas de la categoría Ophthalmology llevan nombres como Journal of Cataract and Refractive Surgery, dónde se publican artículos sobre los últimos avances en cirugía refractiva o de cataratas, British Journal of Ophthalmology, dónde aparecen artículos de investigación oftalmológica, ensayos clínicos de nuevos fármacos o tratamientos, etc., o Experimental Eye Research, con artículos de investigación básica altamente especializados. Estas revistas suelen situarse en las primeras plazas de la lista, dentro de su categoría. Las revistas de optometría y lentes de contacto, por el contrario, suelen encontrarse por debajo de la posición 30 (de 60), lo que se conoce como tercer o cuarto cuartil.
Los PDI que investigamos y publicamos en estos ámbitos, pues, nos hallamos ante una doble paradoja. Por un lado sólo existen a nivel mundial cinco revistas de nuestro terreno dónde enviar artículos para publicar, revistas que publican en promedio unos 200 artículos al año (es decir, entre todos los PDI competiremos para conseguir consolidar uno de los 1.000 artículos anuales de nuestro ámbito). Por otro lado, aun si conseguimos la ansiada publicación, a nivel de acreditación de la calidad de la investigación, de los sexenios o de cátedras, nos es poco útil, ya que se trata de revistas que no se encuentran en los dos primeros cuartiles de la categoría correspondiente.
No nos queda más remedio, entonces, que intentar publicar en revistas que no son exactamente de nuestro ámbito y que se encuentran por encima en la lista, es decir, son más exigentes en el momento de aceptar artículos. Será necesario armarse de paciencia, y no desmoronarse ante la primera respuesta negativa de un editor que ha fruncido el ceño al ver que el primer autor del artículo era un optometrista y no un oftalmólogo. Ni ante la segunda, ni la tercera.
Mientras, podemos ir ensayando cuál será nuestra respuesta cuando el próximo amigo o conocido nos diga aquello de: “¿Cinco artículos en seis años? Eso es fácil ¿no?”.