No seré yo –mis queridos y escasos lectores- el que no aprecie la magnitud de lo que está ocurriendo.
Es gordo lo que ocurre. Es importante lo que sucede. Es triste lo que nos embarga. Si podemos olvidar por un momento a las personas fallecidas, muy difícil, por cierto, y nos centramos en la gobernanza a la que estamos sometidos, varios aspectos han cobrado en estas últimas semanas, relevancia superlativa.
Ha aflorado la escasa calidad de nuestros gobernantes. La ruindad de algunas manifestaciones. Una competencia –antideportiva- por ganar la prueba del que suelta la frase más estúpida, el que aporta ideas más ¿¿¿brillantes??? fulgores que impiden percatarse de la inmensa idiotez pronunciada, y así hasta el agotamiento.
También son días de presupuestos, de medidas económicas, de ayudas retóricas solo cobrables en ventanillas virtuales e imaginarias.
La gran noticia es que existirá una prueba del algodón.
Y la misma será cuando conozcamos dentro de unos meses. ¡Los presupuestos! del Estado, de las Comunidades, Ayuntamientos, Diputaciones, Cabildos, etc. Será entonces cuando descubramos definitivamente el límite de los ciudadanos a los que hemos dado, con nuestros votos, el pasaporte para que gobiernen. Y será tan fácil como leer y descubrir cuántos millones se destinan a Sanidad, a Cultura, Educación, Conocimiento e Investigación.
Si estos capítulos no copan los porcentajes –con diferencia- más importantes de los presupuestos, habrá que tomar una delicada decisión. Algo triste. Solo algo. Pero necesaria.
Habrá –como en USA- que armarse hasta los dientes, reunir a nuestros gobernantes, acercarlos hasta un paredón y sin piedad, fusilarlos al amanecer.