¡Qué tiempos! “Yo sé bien que sólo al dichoso se quiere. Su voz se escucha y complace. Su rostro resulta bello”.
Es uno de los versos que en 1939 pergeñó Bertolt Brecht en su poema “Malos tiempos para la lírica”.
Estamos en una situación donde aflora lo mejor y lo peor.
Donde las apariencias interesadas –en algunos casos- pretenden substituir los profundos sentimientos, a los auténticos valores. A la honestidad y amor elevado a su mayor nivel.
La filantropía. La auténtica, es la que de verdad se usa como ayuda desinteresada sin esperar nada a cambio, solo paz interior.
Y que, por supuesto, solo conocen el ayudador y el ayudado. Pero esta es, solo, una de sus caras.
Hay otra filantropía. La que va acompañada de fotógrafos, de cámaras, de periodistas, la que es divulgada con pericia, sagacidad y rapidez por departamentos de relaciones públicas y/o de prensa, mediante notas a los medios, bien estructuradas, brillantemente redactadas, finamente pulidas y asegurándose –como no- una difusión en primera página.
Mecanismos
Empresas, entidades financieras, holdings, clústeres, grupos de presión, partidos políticos, personajes ricos, muy ricos, groseramente ricos, que utilizan como mecanismo para elevar sus figuras, sus ideólogos, sus corporaciones (a alturas de santidad y en consecuencia conseguir para ellos que sus pecados, atropellos, injusticias, latrocinios, estafas, sean perdonadas, olvidadas, escondidas) este tipo de acciones.
Becas, ayudas económicas (que comparadas con lo que están robando es pura calderilla) formaciones, patrocinios, colaboraciones con los humildes, con los desfavorecidos, con el último eslabón de la cadena humana, son la cara amable de una filantropía full y solo utilizada como estrategia, que tiene como fin, el que la sociedad los reconozca, los valore como “ángeles de la guarda” cuando son, simple y llanamente, arquitectos de maldad, aprendices de diablo.
En estos días afloran este tipo de cosas. Lo que ocurre que, al mezclarse con iniciativas auténticamente honradas, se crea un maremágnum de difícil segmentación.
Hace muy poco tiempo estos aprendices de diablos, se inventaron otra delicatesen, otra técnica macabra, otro estallido de cinismo, “La responsabilidad social corporativa”.
Otra camama para engatusar, para vender la bondad de algunos y defender sus tropelías económicas y financieras.
¡En fin! ¡Malos tiempos para la lírica! Y lo peor es que en estos tiempos de zozobra, aparecen más que en ninguna otra época, estos rasgos, estas campañas, de filantropía repugnante.