Hace ya más de diez años, en el 2007, los estudios del Grado en Óptica y Optometría pasaron de ser una Diplomatura de tres años de duración y titulación de grado medio, a un título superior de Grado, aumentando su duración a cuatro años. Esto ha tenido muchas e importantes consecuencias para nuestra profesión.
Por una parte, desde el punto de vista de la formación, los egresados de las universidades salen con un nivel de conocimientos mucho más amplio y más acorde con la realidad de la profesión. Y por otro, si desean seguir formándose, tienen acceso a estudios de Máster reglados, que les abren la vía de continuar con un Doctorado.
Además, unos años antes de este cambio nuestra profesión entró a formar parte del grupo de las profesiones sanitarias reguladas (desde la Ordenación de Profesiones Sanitarias del año 2003), donde se establecen nuestras funciones, actividades dirigidas a la detección de los defectos de la refracción ocular a través de su medida instrumental, la utilización de técnicas de reeducación, prevención e higiene visual y la adaptación, verificación y control de las ayudas ópticas.
Pero por otra parte, a pesar de estos grandes avances relativamente recientes, la realidad es que el desempeño de nuestra profesión no ha reflejado un gran cambio en este tiempo: la forma más habitual del trabajo del óptico optometrista sigue siendo en un establecimiento de óptica, donde habitualmente se simultanean las labores de gabinete con otras, como las de atención y dispensación de los diferentes productos ópticos a los pacientes (la venta) o el trabajo de taller de montaje.
hoy por hoy no es posible pensar en una profesión optométrica en España similar a la de otros países, que separe completamente el gabinete de la venta.
Ello no quita para que existan y sean ya habituales otras diferentes opciones de desarrollo de la profesión. Podemos encontrar ópticos optometristas que ejercen como docentes, investigadores, optometristas clínicos en servicios de oftalmología en centros públicos y clínicas oftalmológicas privadas, optometristas en clínicas optométricas y centros de terapia visual o desempeñando diferentes actividades técnicas, comerciales y de dirección en empresas de óptica, pequeñas y medianas, nacionales y multinacionales.
Sin embargo hay algo común, sea cual sea su forma de ejercer la profesión y es la respuesta que nos darían si les preguntásemos sobre cómo creen que está valorada por nuestra sociedad la labor que realizamos como optometristas en el gabinete. Habría una gran coincidencia en que el sentir general es que esta labor no está suficientemente valorada ni reconocida, a veces ni siquiera por nuestros propios pacientes. ¿A veces ni siquiera por nosotros mismos…? Y también a veces, muchas veces, la mayoría de las veces, ni siquiera aparece reflejado como honorarios profesionales en la factura que hacemos a nuestro paciente cuando finalmente se lleva las gafas o las lentes de contacto que le hemos adaptado. Tampoco es lo más habitual cobrar honorarios por realizar un examen visual si este no lleva consigo una venta de productos ópticos a continuación.
Nuestro empeño como colectivo profesional debe dirigirse precisamente al conocimiento y reconocimiento por parte de la sociedad del papel sanitario del optometrista, separándolo del comercial, lo cual no significa de ninguna manera que queramos renunciar a esa vertiente comercial. Debemos valorar y ser valorados por nuestras diferentes facetas profesionales: el gabinete y la recomendación y dispensación de los medios de compensación. En el primero detectamos la anomalía a corregir. En el segundo ofrecemos, bajo nuestro criterio como profesionales formados, la mejor solución para su compensación.
Es cierto que para esto no ayudan mucho las ofertas increíbles, las agresivas guerras de precios o los horarios comerciales interminables del óptico optometrista, que muchas veces nos pueden llevar hasta el extremo de tirar la toalla. Por no hablar de la competencia que surge por otras vías, como la venta a través de internet. Al final, resulta que nosotros mismos tenemos la sensación de que esto, lo único que transmite al paciente/cliente es que nuestro producto, nuestro trabajo, o ambos, tienen poco valor.
Lograr este reconocimiento también ayudará a hacer frente a los cambios que ya se están produciendo en general en las ventas y el comercio ya mencionados con la venta online de todo tipo de productos, incluidos los ópticos. Si el gabinete es reconocido y valorado como se merece, la venta online de unas gafas graduadas sin contar con el examen visual previo, el consejo y el asesoramiento necesario, no se verá como algo tan normal. No podemos perder de vista que la tecnología sigue avanzando y ya hoy es una realidad que podemos llegar a una “graduación” de la vista utilizando aplicaciones que podemos descargarnos en nuestros ordenadores o teléfonos móviles (gratis o a muy bajo precio) a través de aplicaciones de diagnóstico y toma de medidas, del tipo de las conocidas de telemedicina.
Pero debemos hacer valer que:
- Solamente el paso por la consulta del optometrista nos permitirá saber la mejor prescripción, obtenida del examen visual, que es necesario llevar. No basta refraccionar, es necesario un examen visual completo.
- Una vez que tenemos ese examen visual, el mejor consejo será el consejo del óptico optometrista sobre si una montura es adecuada o no para esa graduación, estética o gustos del paciente a parte. Saber que materiales, filtros y tratamientos son adecuados para la actividad del paciente. Capítulo aparte merecería el ajuste de esas gafas, elección del puente, inclinación del frente y ajuste del largo de las varillas de las gafas, que permitirán no solo ver bien con ellas sino además estar cómodo llevándolas puestas.
- Y lo mismo si la opción son unas lentes de contacto: recomendar el modo de uso, elegir el material que permita seguridad para ese modo de uso adaptado a la fisiología de cada ojo, la forma adecuada de limpiar y mantener esas lentes, saber cómo hay que ponérselas y quitárselas, acudir puntualmente a las revisiones son solamente algunos aspectos fundamentales de una buena adaptación de lentes de contacto.
Y todo eso es muy difícil conseguirlo a través de una aplicación de internet adjuntando unas medidas tomadas por el propio paciente y contestando unas preguntas, sin que haya un contacto directo entre el paciente y el profesional.
Debemos ser realistas: hoy por hoy no es posible pensar en una profesión optométrica en España similar a la de otros países, que separe completamente el gabinete de la venta. Es más, no es algo que nos favorezca, debemos valorar como algo altamente positivo el que podamos ser profesionales sanitarios que pueden hacer una prescripción óptica y acto seguido dispensarla. No todas las profesiones sanitarias tienen la posibilidad de poder llevar a cabo las dos acciones: prescribir y vender aquello que prescribe y os aseguro que más de una desearía poder hacerlo. Por eso, luchemos para que la parte optométrica de nuestra profesión gane enteros entre nuestros pacientes-clientes. Y ello está solamente en nuestras manos, en nuestro buen hacer diario, en nuestra formación continuada.
El sentir general es que esta labor no está suficientemente valorada ni reconocida, a
veces ni siquiera por nuestros propios pacientes
En la Universidad CEU San Pablo cumplimos este 2018 ya veinte años (parece que fue ayer) formando promociones de ópticos optometristas en nuestras aulas, ya son dieciocho promociones. Vemos con orgullo como los que en su día fueron nuestros alumnos han seguido diferentes derroteros llegando muy lejos dentro de la profesión. Los hay que hoy son grandes empresarios, su desarrollo profesional les ha llevado a tener establecimientos de óptica en los que dan trabajo y servicios ópticos del más alto nivel. Otros han optado por continuar su formación y hoy tienen el más alto grado académico y trabajan en docencia e investigación. Otros se dedican al marketing, servicios técnicos o áreas comerciales en empresas, desde nacionales a grandes multinacionales. Los hay que trabajan en centros de optometría o de oftalmología realizando una labor principalmente clínica. Y la mayoría ejercen con vocación y maestría su profesión desde un establecimiento de óptica.
Tenemos que conseguir que, sea cual sea el perfil profesional del optometrista, cualquier paciente/cliente que sea atendido por uno de nosotros, cuando salga con sus gafas nuevas, sus lentillas, su prescripción o lo que sea que le hayamos recomendado, valore y esté tan contento con ello como con el trabajo de su optometrista, que le ha hecho el mejor examen visual y le ha sabido recomendar la mejor opción para su corrección.