Nos repiten por activa y por pasiva que, como profesionales sanitarios, debemos basar las decisiones clínicas en la evidencia científica. Las fuentes de evidencia científica son varias, pero la más importante son los ensayos clínicos y meta-análisis publicados en revistas de prestigio internacional, las conocidas como revistas de impacto, de las que ya hemos hablado en pasadas ocasiones. Si queremos estar debidamente actualizados, pues, nos es necesario consultar estas revistas, conocer lo que se cuece en cada uno de los campos específicos de nuestra especialidad, en los últimos avances en control de miopía, en indicadores diagnósticos del glaucoma o en efectividad de la terapia visual.
Accedamos, pues, a la revista Optometry and Vision Science, para ver los contenidos publicados en el número de noviembre de 2018. Nos llama la atención, por ejemplo, un artículo titulado “Predictive potential of eyelids and tear film in determining symptoms in contact lens wearers”. Leemos el resumen, gratuito, y nos enteramos de que los autores han descubierto que los síntomas de incomodidad que experimentan algunos usuarios de lentes de contacto están relacionados con la calidad de la secreción de las glándulas de Meibomio y con la presencia de pliegues conjuntivales paralelos al párpado. Es una interesante pieza de evidencia científica: a partir de hoy, a todos nuestros usuarios de lentes de contacto les exploraremos las glándulas de Meibomio. Como que sabemos (por lecturas previas o por presentaciones en congresos a los que hemos asistido) que la evaluación de la secreción lipídica es una prueba cualitativa, nada normalizada, nos gustaría leer el artículo al detalle para verificar cómo desarrollan esta prueba los autores, entre los cuales constatamos que hay investigadores muy conocidos, mediáticos, de la School of Optometry and Vision Science, University of New South Wales, Australia.
Pronto nos damos cuenta que únicamente podemos acceder al resumen. La página web nos ofrece, sin embargo, varias opciones para obtener el artículo completo: podemos comprarlo por el módico precio de 49$, o podemos convertirnos en subscriptores de la revista, consiguiendo 12 números por sólo 564$. Muy posiblemente se nos han difuminado las ganas de leer el artículo completo.
Si gozamos de un vínculo con la universidad, como estudiantes o profesores, muy probablemente podamos acceder al artículo a través de su biblioteca. Las bibliotecas suelen subscribir revistas de impacto de las distintas especialidades que se estudian en sus respectivas universidades. Como institución, la biblioteca no va a abonar 564$ por la subscripción anual a Optometry and Vision Science. Así, por un lado, la subscripción será de largo recorrido. Por otro, lo más normal es que la biblioteca no subscriba una revista específica, sino un paquete de revistas del grupo editorial correspondiente, en este caso la potente editorial Wolters Kluwer, que también publica, por ejemplo, las revistas Retina, Cornea, Eye and Contact Lens e infinidad de otras revistas en ámbitos que van desde la anestesiología a la cardiología o la cirugía.
En el momento en que la biblioteca decide subscribir una revista o paquete de revistas se basa en varios indicadores, entre ellos lógicamente el factor de impacto. Recordemos que el factor de impacto de una revista se calcula a partir de las citas que han recibido sus artículos. Si otros autores citan, en otras revistas, los artículos publicados en Optometry and Vision Science, ésta gana impacto, escala posiciones en su categoría (Ophthalmology), gana prestigio, y ve aumentadas sus subscripciones.
Los editores de las revistas de prestigio, pues, buscan formas para aumentar las citas que reciben sus artículos. Existen distintas estrategias. La más típica consiste en incluir auto-citas, es decir, fomentar que los autores que envían manuscritos citen artículos previamente publicados en la misma revista. Los autores algo experimentados, pues, ya procuran añadir en sus referencias bibliográficas un par o tres de citas a la revista a la que tienen previsto enviar el manuscrito, aunque se trate de citas a artículos tangencialmente relevantes al tema que desarrollan en su investigación.
No obstante, los editores pueden ser más sutiles. Actualmente, por ejemplo, está muy de moda el tema del control de la miopía ¿verdad? Es fácil deducir, pues, que un artículo sobre control de la miopía despertará rápidamente la atención de otros autores, y será ampliamente citado en sus respectivos manuscritos. Igualmente, un autor reconocido, o una institución famosa, muy posiblemente genere más interés a futuros lectores que autores menos conocidos o mediáticos. El editor difícilmente se arriesgue a publicar un artículo de un investigador novel que trate sobre un tema con poco glamur. Fijémonos que nos encontramos ante una paradoja que conduce a un estancamiento del progreso científico: los hallazgos nuevos, rompedores, los nuevos paradigmas, suelen proceder de investigadores jóvenes y nada conocidos, de instituciones poco internacionales, de un Einstein aun anónimo trabajando en la oficina de patentes de Berna.
Los editores de las revistas de prestigio, pues, buscan formas para aumentar las citas que reciben sus artículos.
Existen distintas estrategias
Si los grandes grupos editoriales ganan importantes sumas gracias a subscripciones (y, no pocas veces, a la publicidad), como mínimo cabría esperar que ofrecieran una cierta compensación económica a los autores y revisores de sus manuscritos: sin autores ni revisores no habría artículos para publicar. Bien,… ¡pues no!
Ya mencionamos que los revisores desarrollan su tarea altruistamente, por el bien de la ciencia, posiblemente con una vaga esperanza que, si hacen este favor al editor, cuando sean ellos que, a su vez, envíen un manuscrito, el editor le dará un trato mejor (estamos hablando de revisores naif, la vida les enseñará rápido y pronto perderán la inocencia para siempre).
Los autores tampoco cobran, al contrario. La revista Optometry and Vision Science es muy gentil con sus autores: no les cobra nada por publicar, si bien les ofrece la opción de publicar el artículo en acceso abierto, es decir, libre para cualquier lector. En el caso del acceso abierto, el autor del artículo retiene el copyright, pero debe abonar una suma que va entre 2600$ y 3275$, en función del tipo de derechos que quiera asociar al artículo.
Pensemos, por ejemplo, que los grupos de investigación con frecuencia participan en convocatorias públicas de financiación, algunas de las cuales ponen como requisito que los artículos derivados de los proyectos financiados se publiquen bajo la modalidad de acceso abierto. Por el contrario, si el autor prefiere la opción de publicación gratuita, pierde todos los derechos sobre su artículo, y debe andar con sumo cuidado de no compartirlo por las redes sociales una vez publicado. Sí, nos referimos a su propio artículo, fruto de su propia labor investigadora.
Otras revistas son menos magnánimas. Por ejemplo, la prestigiosa Investigative Ophthalmology & Visual Science, situada en el primer cuartil de su categoría, solicita a los autores de artículos aceptados la nada despreciable cantidad de 1850$, antes de publicar el artículo y quedarse con el copyright y todos los derechos de explotación del mismo. Otras revistas sólo cobran por la figuras en color (pobres los autores que desarrollan investigación sobre topografía corneal), o en función del número de páginas.
Estas consideraciones nos conducen a reflexionar que, actualmente, el mundo editorial de las revistas académicas de prestigio se orienta de tal forma que favorece ciertas publicaciones, ciertas instituciones y ciertas temáticas. La ciencia avanza, pero lo hace en una cierta dirección, muy bien definida por el sistema socioeconómico. No nos debe extrañar, pues, que ante esta situación, activistas como Aaron Swartz (1986-2013) hayan diseñado acciones para contrarrestar el poder creciente de las grandes editoriales.
El mismo Swartz declaró que: “El patrimonio científico mundial cada vez está más digitalizado y controlado por unas pocas corporaciones privadas. […] El movimiento a favor del acceso abierto debe luchar para que los científicos no firmen declaraciones de cesión de copyright, sino que se aseguren que sus trabajos se publican en internet, en unos términos que permitan que todo el mundo pueda acceder a ellos”. Swartz se suicidó pocas semanas antes de empezar una causa judicial por haber descargado, y compartido con toda la comunidad, millones de artículos científicos. Sin embargo, la tarea de Swartz continúa en otros frentes, como en el popular portal Sci-Hub (si no lo conocéis, consultad la Wikipedia: es de libre acceso).