Las personas que sufren pérdidas auditivas tienden a aislarse debido a las dificultades que les puede causar comunicarse, sobre todo si no utilizan ningún dispositivo para solucionar el problema. Esta situación se ha agravado desde el inicio de la pandemia: dado el aislamiento general al que está sometida toda la población que, en el caso de personas con pérdida auditiva y, por lo tanto, con tendencia al aislamiento, ésta es mucho mayor.
La situación empeora por la utilización de mascarillas, que obstaculizan – e incluso impiden – la lectura labial, y que conviven con dificultad con los audífonos, debido a que ambos utilizan la oreja para acoplarse.
En la actualidad, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), hay alrededor de 466 millones de personas en todo el mundo que padecen pérdida de audición discapacitante, y se calcula que en 2050 una de cada diez personas la sufrirán.
Sin embargo, gran parte de las personas afectadas no busca ayuda profesional, a causa de mitos y creencias erróneas en torno a las soluciones auditivas. Joan Francesc Horvath, responsable de audiología en Óptica & Audiología Universitaria, destaca las creencias más comunes que provocan reticencia:
- Hay personas que han perdido audición, pero como aún escuchan, piensan que no es necesario revisarla o hacer uso de soluciones auditivas. Ante la detección de una pérdida auditiva, por leve que sea, lo más recomendable es acudir a un profesional de la audición, ya que sólo éste es capaz de evaluar la pérdida y detectar si es necesario el audífono. Cuanto más tiempo se espere, más difícil será tratar la pérdida auditiva y mayores podrán ser las situaciones de aislamiento.
- La pérdida de audición puede ser molesta pero no afecta a la calidad de vida y salud. Nada más lejos de la realidad: la pérdida de audición repercute negativamente en la salud de las personas y en las relaciones con su entorno social, ya que las lleva a aislarse y dejar de comunicarse.
- Una parte de la sociedad cree que solamente las personas mayores pierden audición. En realidad, los problemas de audición no son exclusivos de la tercera edad, pueden presentarse a cualquier edad, incluso en niños.
- Muchos aún creen que “todos se darán cuenta de que llevo audífono y me hará parecer mayor”. Esta creencia es la más común en torno a las soluciones auditivas. En la actualidad existen soluciones que buscan cubrir las necesidades de todos los grupos de edad. Además, los dispositivos auditivos actuales ya no suponen un problema de estética, dado su diseño y comodidad.
- Otro mito frecuente es el de que los audífonos no funcionan bien y son incómodos. La tecnología actual ha evolucionado mucho, por lo que la calidad de sonido y las prestaciones que ofrecen los audífonos no tienen nada que ver con los de hace varios años. Horvath explica que los audífonos actuales se adaptan al día a día de cada persona, a su estilo de vida, a sus conversaciones. Incluso se conectan por Bluetooth al teléfono o la televisión.
- Con el uso de audífonos, los oídos se vuelven dependientes y se hacen vagos. Este mito es también falso, ya que el cerebro es como un músculo, y una pérdida auditiva que no se trata a tiempo produce un cambio en el centro de audición del cerebro, lo que dificulta la comprensión del lenguaje en situaciones acústicas complejas. Los audífonos deben adaptarse muy pronto no solo para mejorar la audición, sino también para preservar las funciones del cerebro.
- Es común creer que una persona que comienza a perder la audición no presenta síntomas. Lo que sucede es que las personas se van adaptando gradualmente, pero Horvath puntualiza que si observamos con atención nos daremos cuenta de que a veces pierden el hilo de la conversación, parecen distraídas, suben el volumen de la televisión, y hasta pueden llegar a evitar conversaciones telefónicas y rechazar invitaciones a eventos sociales. Además, Horvath explica que desde que una persona necesita una solución auditiva hasta que finalmente se la adapta, pasan de media cinco años, tiempo en que su salud ha empeorado.
- Por último, existe la tendencia a pensar que la audición sólo se pierde al estar expuesto a ruidos muy fuertes. Pero no solo el exceso de ruido incide en la pérdida auditiva, hay otros factores: la genética, los medicamentos, el tabaquismo, la mala alimentación y la diabetes son un ejemplo de condiciones que pueden llegar a destruir las células ciliadas en el oído interno. Cuando se dañan estas células, que son las que envían las señales auditivas al cerebro, sólo se puede recurrir a la ayuda del audífono, ya que no existe un medicamento que las haga reproducirse de nuevo.