Las relaciones con los entornos familiares y sociales de las personas mayores son fundamentales para su salud – especialmente psicológica. Sobre todo, en épocas como la Navidad, en que incrementan el tiempo que pasan con la familia. La poca interacción social tiene un riesgo muy elevado de entrar en situaciones de depresión y tristeza.
Una mala audición puede ser un primer paso al aislamiento de una persona, al no entender bien las conversaciones que se generan a su alrededor y tender a dejar de intervenir e interesarse por ellas. De hecho, el oído es el único de los cinco sentidos que siempre está conectado, por eso es muy importante que el cerebro – que es quien realmente oye – siempre esté estimulado para que no deje de funcionar correctamente: enfermedades degenerativas neurológicas, como el Alzheimer o la demencia senil pueden aparecer antes o avanzar de manera más rápida debido a no poner una solución auditiva a tiempo. No en vano, más del 65% del aprendizaje y de la comunicación dependen del buen funcionamiento del oído.
Sin embargo, gran parte de las personas afectadas no busca ayuda profesional, a causa de mitos y creencias erróneas en torno a las soluciones auditivas. Joan Francesc Horvath, responsable de Audiología en Óptica Universitaria, destaca las creencias más comunes que provocan reticencia:
– Hay personas que han perdido audición, pero como aún oyen, piensan que no es necesario revisarla o hacer uso de soluciones auditivas. En muchos casos, como estas personas pueden oír, y solo notan dificultades para entender lo que les dicen, lo atribuyen a las personas con las que interactúan: que hablan flojo, que no vocalizan, etc. Joan Francesc Horvath recomienda que “ante la detección de una pérdida auditiva, por leve que sea, lo más recomendable es acudir a un profesional de la audición, ya que sólo éste es capaz de evaluar la pérdida y detectar si es necesario el audífono”. Y solo el hecho de tener que repetir las frases ya puede ser una primera señal de que hay un problema y que hay que hacer unas pruebas. De hecho, cuanto más tiempo se espere, más difícil será tratar la pérdida auditiva.
– Hay quien piensa que: la pérdida de audición puede ser molesta, pero no afecta a la calidad de vida y salud. “Nada más lejos de la realidad” – afirma Horvath – “la pérdida de audición repercute negativamente en la salud de las personas y en las relaciones con su entorno social, ya que las lleva a aislarse y dejar de comunicarse”. Por eso es tan importante revisarla en previsión de fechas donde vamos a estar relacionándonos con nuestro entorno.
– Una parte de la sociedad cree que solamente las personas mayores pierden audición. En realidad, los problemas de audición no son exclusivos de la tercera edad, pueden presentarse a cualquier edad, incluso en niños.
– Muchos aún creen que “todos se darán cuenta de que llevo audífonos y me harán parecer mayor”. Esta creencia es la más común en torno a las soluciones auditivas. En la actualidad existen soluciones que buscan cubrir las necesidades de todos los grupos de edad. Además, las soluciones auditivas actuales ya no suponen un problema de estética, dado su diseño y comodidad.
– Otro mito frecuente es el de que los audífonos no funcionan bien y son incómodos. La tecnología actual ha evolucionado mucho, por lo que la calidad de sonido y las prestaciones que ofrecen los audífonos no tienen nada que ver con los de hace varios años. Horvath explica que los audífonos actuales se adaptan al día a día de cada persona, a su estilo de vida, a sus conversaciones. Incluso se conectan por Bluetooth al teléfono o la televisión.
– Otra creencia es que con el uso de audífonos los oídos se vuelven dependientes y se hacen vagos, lo que también es falso, ya que el cerebro es como un músculo, y una pérdida auditiva que no se trata a tiempo produce un cambio en el centro de audición del cerebro, lo que dificulta la comprensión del lenguaje en situaciones acústicas complejas. Los audífonos deben adaptarse muy pronto no solo para mejorar la audición, sino también para preservar las funciones del cerebro.
– Es común creer que una persona que comienza a perder la audición no presenta síntomas. Lo que sucede es que las personas se van adaptando gradualmente, pero Horvath puntualiza que si observamos con atención nos daremos cuenta de que a veces pierden el hilo de la conversación, parecen distraídas, suben el volumen de la televisión, y hasta pueden llegar a evitar conversaciones telefónicas y rechazar invitaciones a eventos sociales. Además, Horvath explica que “desde que una persona necesita una solución auditiva, hasta que finalmente se la adapta, pasan de media 7 años, tiempo en que su salud ha empeorado”.
– Por último, existe la tendencia a pensar que la audición sólo se pierde al estar expuesto a ruidos muy fuertes. Pero no solo el exceso de ruido incide en la pérdida auditiva, hay otros factores: la genética, los medicamentos, el tabaquismo, la mala alimentación y la diabetes son un ejemplo de condiciones que pueden llegar a destruir las células ciliadas en el oído interno. Cuando se dañan estas células, que son las que envían las señales auditivas al cerebro, sólo se puede recurrir a la ayuda del audífono, ya que no existe un medicamento que las haga reproducirse de nuevo.